Para que un producto (bien o servicio) tenga éxito debe satisfacer
alguna necesidad del consumidor potencial. Muchas veces, al analizar sus
cualidades, nos centramos en él y perdemos de vista la finalidad para la que
fue puesto en el mercado. No sirve de mucho si (a pesar de lo bueno que puede
ser) existe otro que pueda satisfacer mucho mejor esa necesidad. Ahora, tampoco
conviene, involucrarse en áreas que no dominemos bien, simplemente por el hecho
de que existente bastante demanda.
Por ejemplo: si vendemos esmalte de uñas de secado rápido,
estamos cubriendo la necesidad de mujeres muy ocupadas que quieren lucir sus
uñas de manera prolija sin necesidad de invertir mucho tiempo en ellas. Para
darle un plus, modificamos su composición agregándole un endurecedor. Hemos
mejorado el producto, y eso nos distingue de la competencia. Con el fin de
ampliar el negocio, quizás ampliamos la línea de cosméticos, agregándole un
barniz transparente que debe utilizarse –según nuestras recomendaciones,
después de la primera capa de nuestro esmalte de secado rápido. Y bombardeamos
a nuestro público objetivo ofreciendo el “efecto endurecedor” de nuestro
esmalte. Ya perdimos de vista el objetivo principal, ¿no? Probablemente, una
plantilla de uñas con pegamento (stiker)
sea más práctico que nuestro producto, y termine al final, restándonos
clientela.
¿Entonces, primero pienso en el público objetivo?
No necesariamente. De hecho, ambas cosas van
ligadas. Para abrir un negocio, se debe conocer
las cualidades del producto, teniendo en cuenta que debe satisfacer alguna necesidad específica que demande el mercado;
y se debe conocer al público objetivo,
para mejorar la utilidad del producto. En conclusión, “si tener éxito en tu
negocio quieres, satisfacer necesidades de tus consumidores debes”.